Radio para todos, radio para masas

HISTORIAS DE LA RADIO (32)

«Las Provincias», Año 1923

Hasta el año 1922 son escasas las referencias que se pueden encontrar de la radio hablada, de la transmisión de música y palabras por las ondas. Se estaba desarrollando, crecía en Estados Unidos e Inglaterra, pero fuera de las revistas especializadas no encontraba ecos en la prensa española. Es en 1923 cuando empieza a hacerse evidente que el invento se está difundiendo por el mundo y que su llegada está próxima.

En «Las Provincias» podemos encontrar signos en el artículo de Carlos Esplá (10.05.1923) donde se decía: «El cinematógrafo creó las caras fotogénicas, o sea que favorece la acción química de la luz sobre los aplausos. Del mismo modo, la telefonía sin hilos ha creado las voces radiogénicas, que ofrecen particularidades muy singulares para ser lanzadas a los cuatro vientos», escribió desde París un articulista que conocía bien Valencia en tanto que hablaba después de la voz del alcalde y la fotogenia del presidente de la Cámara de Comercio, los dos destacados seguidores de Alba.  Los retos políticos impuestos por la innovación tecnológica los resumía así: «Es preciso, en una palabra, poseer una voz radiogénica, como la que posee el señor Ibáñez Rizo, en tanto que don Ramón de Castro pone un rostro fotogénico pues de ese modo lo entenderá mejor el lector valenciano».

Una primera reflexión sobre la radio y su papel en la política la podemos encontrar en «La Correspondencia de Valencia» (12.06.1923) que subrayó en una crónica los «grandes servicios» que el invento estaba prestando a la política, permitiendo, para empezar «que fuesen oídos en todos los ámbitos del país los discursos pronunciados por el presidente, mister Harding».

El canciller alemán visita un estudio de radio por primera vez

Más llamativos son los datos complementarios que ofreció la información: hasta abril de 1923, en Inglaterra se habían dado 115.000 licencias de recepción y 470 de experimentación y emisión. Doscientas sesenta entidades emisoras estaban ya disponibles en Gran Bretaña mientras en París era muy popular escuchar las emisoras de radio en los cafés y dancings, «así como los conciertos de todo género, hasta el punto que han llegado a preocupar a los músicos». Algunos se estaban negando a tocar si su música se iba a retransmitir.

En todo caso, Francia tenía cinco emisoras ya, tres en París, y en Buenos Aires, que emitió la primera ópera en el año 1920, dos años antes de que se transmitiera «La Boheme» en Londres, había un foco potente de radio. En Holanda había tres emisoras, en Suiza dos y Bélgica y Checoslovaquia tenía una por el momento.

En octubre, en «Las Provincias», una crónica de Anselmo Alarcón –«La comunicación inalámbrica y sus prodigios» (17.10.1923) abordó por primera vez la novedad de la radio como transmisora de voz para el entretenimiento y la cultura: «Las voces primorosas de los más afamados cantantes han recorrido kilómetros y más kilómetros sin perder su sonoridad; sermones pronunciados por eminentes oradores sagrados se han oído a increíbles distancias; melodías delicadísimas…etc». Lee DeForest y sus avances habían hecho posible la gran innovación, que ahora estaba imponiéndose. «La telefonía sin hilos, una de las mayores conquistas de la ciencia, si no la mayor, está pues, en un estado de absoluto perfeccionamiento En España, varias compañías se disputan el privilegio de su explotación».

Con todo, la verdadera fiebre por escuchar emisiones de radio se dio en la Navidad de 1923 y los primeros compases de 1924. Es por esas fechas cuando empiezan a registrarse crónicas y artículos más o menos irónicos, que relatan no ya la afición sino la pasión que estaba embargando a quienes comenzaban a construir los primeros aparatos de galena de forma rudimentaria, utilizando para ello elementos caseros. Una crónica de Madrid publicada en «Las Provincias»(20.02.1924) que en la Ribera de Curtidores funcionaba una tienda que vendía componentes y describía no solo las consultas de los aficionados sino su búsqueda de galena para montar un aparato con alambres, papel de envolver chocolate y una aguja de coser. El 12 de abril, otra crónica hablaba de la «Fiebre de la radio» que en realidad había invadido a los países más avanzados y estaba establecida en las comunicaciones pero también la música y el entretenimiento.

Rusia tampoco se quedaba a la zaga. Los dirigentes comunistas habían comprendido que la radio podía tener un papel sustancial en la cohesión política de un régimen totalitario. En el entierro de Lenin, el 27 de enero de 1924, la grandiosa ceremonia se completó con la emisión radiofónica, para todo el enorme imperio, de la «Marcha fúnebre» de Chopín.

Acerca de fppuche

Periodista y escritor. Director de “Las Provincias” desde 1999 a 2002. Desde 2011, miembro de la comisión de Gobierno del Consell Valencià de Cultura.
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