Alabado sea el doctor Monserrat

LOS GRANDES MISTERIOS DE LA VIDA PRIVADA. 17

Sí, alabado sea el doctor Monserrat, porque gracias a su impulso y dedicación podemos saber de qué hablamos cuando nos metemos en el proceloso debate del cambio climático. Alabado sea porque si hay series estadísticas de temperatura, humedad, presión, viento y lluvia es gracias a su vocación científica, puesta al servicio de la Universidad de Valencia. Gracias a él, en un mundo que tiene una edad de millones de años, podemos tener al menos referentes climáticos de siglo y medio, lo que no deja de ser una garantía estimulante.

El famoso Doctor Monserrat del callejero, José Monserrat Riutort, (1814-1881) era médico pero también quiso estudiar y doctorarse en Química, su pasión verdadera y la especialidad de la llegó a ser catedrático de la Universidad de Valencia. Dio clases en la Escuela Industrial y en la Facultad de Medicina y todo ello lo hizo compatible con una tarea fundamental para la Universidad: la recuperación y puesta en limpio, después de años de abandono, del Jardín Botánico, del Museo de Ciencias Naturales y del laboratorio químico de la institución.

Todo lo experimental, todo lo práctico y nuevo le interesaba en el campo de las ciencias. Por eso fue un apasionado de fotografía, que se extendió por el mundo y llegó a Valencia durante su época académica: poner la fotografía al servicio de la enseñanza fue su consigna más clara. Pero también fue el impulsor y creador del Laboratorio Químico Municipal, destinado a controlar la calidad de las aguas potables de la red, y de los alimentos vendidos en los mercados. Aunque no se agotan todas sus aportaciones a la ciencia en nuestra ciudad: Monserrat, que fue rector desde 1871 a 1880, fue también el impulsor de la observación meteorológica, que se estableció en Valencia, de forma ordenada, como un servicio al público, en el año 1858. Si hoy tenemos datos históricos es gracias a un área que impulsó Monserrat, destinada  a tomar y guardar los datos básicos de temperatura, presión, humedad y vientos.

El termómetro fue una aportación de Galileo en 1607; el barómetro lo crea Torricelli en 1643; Hooke inventa el anemómetro en 1667… Y todo se empieza a aplicar en el siglo XVIII, sobre todo al servicio de la Marina y los Ejércitos. En España, en el siglo XIX, había varios observatorios meteorológicos, que no servían de mucho si no ponían sus datos en común. El I Congreso Internacional de Meteorología, celebrado en Viena en 1873, puso el dedo en la llaga. Fue en 1887 cuando España creó su Instituto Meteorológico Central, encargado de coordinar fuentes y datos, Con todo, el desarrollo de la Meteorología en España habría de venir más tarde, de la mano de los globos y de la aviación, para depender del Ministerio del Aire desde 1933 y más adelante, durante la guerra y el franquismo.

Pero volviendo al impulso del doctor Monserrat en Valencia hay que señalar que los periódicos de la ciudad usaban de la experiencia diaria del Observatorio Meteorológico universitario y publicaban sus datos.  Que iban acompañados, como en la época del viejo «Diario de Valencia», de los datos básicos de la salida y puesta del sol y de presencia de la Luna en el firmamento. También sirvieron esos datos, cuando ya configuraban una serie de valor estadístico, para establecer interesantes comparaciones. En el caluroso verano de 1899, «Las Provincias», por ejemplo, publicó las temperaturas más altas registradas en los últimos veinte años, sacándolas de «Los boletines que publica» el «Observatorio astronómico y meteorológico de la Universidad». Y quedó claro que el calor de 1899, que era mucho, se había superado en 1880, 1883, 1884 y 1885. Y al del 23 de julio de 1881, cuando los termómetros universitarios llegaron a marcas 50 grados al sol y 43 a la sombra.

Había, pues, aunque fuera en un plano teórico, un Observatorio Astronómico. Mal dotado, en realidad sin una dotación de instrumental que se había perdido entre bombardeos, tensiones y guerras. Y así, sin medios prácticos, se seguía instruyendo a los alumnos de Ciencias en el área de la Astronomía mientras Europa y América desarrollaban potentes telescopios.

Con todo, ese año de 1899 el periódico de Llorente no daba a diario la información meteorológica universitaria; lo hacía esporádicamente, dos o tres veces al mes, según el estado del tiempo. Para los datos de «a diario» usaba los que ofrecía un segundo observatorio, instalado en el puerto. Junto con la relación de buques entrados o en operación, la Junta de Obras del Puerto daba a diario un pequeño parte sobre el estado del cielo y el mar. Su reseña, que invariablemente comenzaba diciendo «Amanece el día con el cielo…», incluía datos sobre temperatura, presión, humedad y viento, obtenidos de una estación meteorológica que estuvo primero en la comandancia portuaria y que se trasladó 1899 al propio edificio nuevo de la Junta de Obras del Puerto.

IMÁGENES.- El doctor Monserrat, un astrolabio conservado por la Universidad y la crónica de «Las Provincias» sobre la ola de calor de 1899.

Acerca de fppuche

Periodista y escritor. Director de “Las Provincias” desde 1999 a 2002. Desde 2011, miembro de la comisión de Gobierno del Consell Valencià de Cultura.
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