En la reciente serie de televisión “Isabel” vimos desfilar a un joven obispo con pretensiones de mejorar sus posiciones dentro de la Iglesia y ante el trono de Castilla. Es don Pedro Giménez de Mendoza, obispo de Sigüenza pero después arzobispo de Sevilla gracias al nombramiento que le otorga Rodrigo Borja, el legado pontificio, de visita por España para recaudar fondos con los que atender la cruzada del Papa Sixto IV.
Don Pedro era el sexto de los once hijos del marqués de Santillana. Y desde Sevilla iría escalando puestos hasta ser cardenal primado de España y acumular tanto poder que fue llamado “el tercer rey de España”, tras Isabel y Fernando.
La reina, tan estricta siempre, decía que los tres hijos de don Pedro eran “los lindos
pecados del Cardenal”. Dos de los vástagos los tuvo con Mencía de Lemos, una dama de 
compañía de la reina. Fueron Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza (1462) que pasaría a la historia como marqués de Cenete. Entre sus títulos se incluyen las baronías de Ayora, Alberique y Gavarda en el Reino de Valencia. El segundo hijo del cardenal fue Diego, más tarde conde de Mélito y señor de Almenara. El prelado hizo todo lo posible para reconocerlos y los reyes les concedieron los correspondientes títulos de nobleza.
El primogénito, Rodrigo Díaz de Vivar Mendoza, marqués de Cenete, y su segunda esposa, María de Fonseca, son los personajes enterrados en el gran mausoleo de mármol de la capilla del convento de Santo Domingo de Valencia. La hija de ambos, doña Mencía de Mendoza, también marquesa de Cenete, casada con Enrique de Nassau y luego con el duque de Calabria, virrey de Valencia, está enterrada a los pies de sus padres, en la misma capilla. Pasó a la historia de nuestro Reino tanto por su extraordinaria inteligencia y capacidad para las bellas artes y la cultura, como por su extraordinaria gordura.
En las fotos, el actor que interpreta a Pedro Mendoza, la tumba de los marqueses de Cenete en Valencia y doña Mencía de Mendoza.
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